Durante mayo escuchamos una y otra vez repetir esa palabra. El locro es la comida por excelencia, si hablamos de postre sólo se admite flan con dulce de leche, la música se llama folklore y no se toma otra cosa más que mate. Por supuesto, la palabra bicentenario deberá ser incluida a la fuerza en todo proyecto educativo, político, social y hasta mediático. Todo girará en torno al cumpleaños de nuestro país.
El bicentenario nos marea y confunde. ¿Acaso nadie piensa en los argentinitos? Pobres pequeños desconcertados entre las peinetas y galeras de los actos escolares, comiendo tortas fritas para no ser los excluidos de la clase. Niños destinados a gritar “¡Viva la Patria!” aunque no sepan bien de que se trata. Por eso, más allá de los actos y conmemoraciones, el próximo 25 de Mayo se cumplen dos siglos de la Revolución de 1810, un hecho que se debería convertir en una buena oportunidad para debatir y entender nuestro presente. Claro que no es tan sencillo como se enuncia, son doscientos años de historia argentina que van desde el Cabildo abierto hasta Twitter, pasando por golpes militares y privatizaciones, haciendo cuentas para convertir australes y malabares para sobrevivir a la crisis. Tratando de descifrar paradojas llamadas “campaña al desierto” y “Revolución Libertadora”. Creciendo con la enseñanza de grandes como el “Che” o Mujica, y repudiando a los López Rega y a los Uriburu. Entre vías muertas de ferrocarriles olvidados y valijas de inmigrantes que van y vienen persiguiendo una ilusión. Llorando líderes, pariendo personalidades, inventando mitos, matando genios, condenando al destierro, prescindiendo de tantos.
Ojala esta fecha sirva para problematizar el bicentenario y que no sea sólo una palabra repetida hasta el hartazgo durante este mes.