HINCHAS

El mundial exacerba nuestras características. Cada partido de fútbol imprime una radiografía personal y devela aspectos que en condiciones normales pasan desapercibidos. La máxima podría indicar algo como: “si quieres conocer al prójimo hazlo durante un partido de fútbol”.

Los primeros encuentros de argentina nos devolvieron una ciudad desierta, minutos antes de que los equipos salgan a la cancha pudimos observar a personas apresuradas por llegar a destino e instalarse frente al televisor. Innumerables comportamientos se sucedieron después de la señal de inicio del juego. Algunos se encuentran detallados a continuación:

Podemos identificar a los que se expresan con onomatopeyas, los que se pintan de celeste y blanco, el que le habla a los jugadores, los que inventan cantitos, el que viste con la camiseta hasta la mascota de la casa, los que insultan, los que rezan, el que no habla, el que no deja hablar, los que gritan el gol antes de tiempo, el que desconfía del equipo, los que toman 10 litros de cerveza por partido, el que termina mirando las jugadas peligrosas a 5 centímetros del televisor, el que busca parecidos en los jugadores, los que fuman sin parar, el que prefiere escuchar el relato por radio, el que lo mira sin sonido, los que vaticinan el resultado, los que se quejan de la pelota, el pájaro de mal agüero, el que protesta por el estado de la cancha, los que piden roja todo el tiempo, el que odia al referí, el que cierra los ojos en cada tiro libre, el fanático de las estadísticas, los que prenden velas implorando milagros, el que cruza los dedos, los que hacen promesas cada cinco minutos, el que teoriza sobre el mundial como fenómeno social… y la lista sigue ad infinitum.